¿Tu Angelito te ha mostrado ya su lado oscuro en sus nueve meses de vida? ¿No sabes responder? Pues entonces eres afortunada, porque presenciar el lado oscuro de un bebé es como encontrarse a la media naranja: el día que lo veas lo sabrás (pero al contrario de la media naranja, que aún no se ha demostrado científicamente, esto no es una leyenda urbana: las RABIETAS de bebé existen).
El lado oscuro de los bebés los transforma en seres indomables, con una fuerza y determinación desmesurada para su pequeño tamaño. Cada uno tiene su propia: llorar desconsoladamente, gritar, revolcarse por el suelo, tirar cosas, y la peor de todas, pegarte, ¡sí! Arañazos y patadas… con sus pequeñas manitas y piececitos que tanto adoras mordisquear cuando jugáis y que en ése momento te arrepentirás de no habértelas comido de verdad… Normalmente, va por fases, y van seleccionando una diferente según le vaya funcionando.
Recuerdo con cariño la etapa en la que Niño Maravilloso gritaba como si le estuvieran asesinando. Hasta el punto que un día en el supermercado (en este punto tengo que hacer un inciso para aclarar que la compra del supermercado y la hora de dejar el parque son estadísticamente – una estadística totalmente casera, vamos, de la observación directa de mi NM- los lugares y momentos preferidos de los bebés para montar pollos).
Pues, un día en el supermercado, una buena y entrometida señora, por lo que se ve absolutamente concienciada con los derechos infantiles, vino a reprobarme si no me daba vergüenza tratar así a un bebé, que qué le había hecho, que si no le habría pegado. Yo no sé si esta señora había sido madre o si sus bebés habían sido unos completos ángeles caídos del cielo, pero el comentario me sentó casi peor que la rabieta de bebé de Niño Maravilloso.
¿Y en estos momentos qué se hace? Calma y firmeza, dicen. No es nada fácil, pero hay que intentarlo. En este artículo de Mami También Existe, la bloguera, tras acudir a un taller en su guardería, comparte con nosotros las conclusiones que ha extraído sobre cómo manejar las rabietas de bebé. ¡Ánimo, lo conseguiremos! Me declaro una optimista convencida que nunca pierde la esperanza.