Una vez escuché que las mejores madres son aquellas que tienen los hornos más sucios, los suelos más pegajosos y los niños felices. Esta frase me hizo reír y me gustó. Oye, no quiero decir que para darle la vuelta a la tortilla a la típica idea de ‘madre perfecta’ tengas que tener una pocilga en casa. Ni que seas una mala mamá si tu casa está súper limpia (puede que tengas ayuda o que dispongas de suficiente tiempo para ello). La filosofía de esta frase, según entiendo, es quitar importancia a las exigencias que tradicionalmente estamos expuestas las mamás, y es que lo confieso, yo tampoco soy una mamá perfecta.
En esta línea te traigo un artículo de Mimitos de mamá que, cuando lo leí, me sentí absolutamente identificada. Me dije: pues yo tampoco soy una mamá perfecta, desde luego. Sobre todo desde que Niño Maravilloso anda y corre y va cayéndose por todos partes, porque está en esa etapa en que todo es muy arriesgado y nada le da miedo. Cuando miro su carita preciosa llena de moratones (porque muchas veces no llego a tiempo para librarle del golpe) pues pienso, en efecto, no soy una mamá perfecta.
Entonces, ¿qué es ser una buena madre? Pues según la bloguera una buena mamá es aquella que juega, se revuelca, brinca, ríe o hace lo que haga falta por hacer feliz a sus hijos. En definitiva, una mamá que disfruta y es ella misma feliz criando a sus hijos. Esta idea me parece muy bonita, no sé qué pensarás tú, ¿qué es para ti una buena madre? ¿te sientes una mamá perfecta? ¿o más bien una mamá imperfecta que hace lo mejor que puede y lo disfruta?
De todas formas, nadie nos libra alguna vez de ese horrible pensamiento de jó, que mal lo estoy haciendo: enfermedades (“tenía que haberlo abrigado más”), manchas (“qué sucio se ha puesto en un momento, a ver si van a pensar que no lo lavo…”), golpes (“no tenía que haberlo dejado jugar ahí…”), etc. Cuando estos sentimientos de culpa se cuelen en tu cabeza, bórralos inmediatamente y acuérdate de todos esos momentos del día en que sí eres una mamá estupenda, la mejor del mundo para tu bebé: esas risas que compartisteis, el cuento que le leíste, o la papilla tan rica que le hiciste (incluso si no quiso comerla), etc. ¡Sólo el hecho de estar leyendo este artículo ya es señal de lo mucho que te preocupas por tu bebé!
Grita muy fuerte… ¡Yo tampoco soy una mamá perfecta!